Imagen: Kuraudia

Creador: Cucolla


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Pueblo Aymara
Sisa Mamani

Sisa no tiene una biografía oficial, sin embargo, su primera aparición oficial en fanfiction es la siguiente ( link original aquí )

Luna, por Cucolla

Nunca las había entendido Sisa, desde que era una indiecita de pelos largos y los chamanes la cogieron para ellos, alejándole de esas mujeres que de niña le habían tenido en sus brazos y sobre las que ella mandaba

Se dio cuenta muy pronto que era excepcional, porque ella sabía la historia de los collas y los chamanes de los reinos se la disputaban y los guerreros querían poner las manos sobre su cabeza. Le atribuían muchos orígenes a la niña, el mar, que algunos ancianos había visto en sus viajes, el sol la luna o el lago Titicaca con el que le pedían que hable. Ella sabía que no era nada de eso, y se lo confirmaron los de su clase que vio cuando subió al norte su origen eran más la lengua de su pueblo, los hechos de los guerreros, ella era los Colla, los aimara y no había nacido de mujer.

No es que despreciara a las mujeres Sisa, solo no las entendía con sus manos callosas, sus sonrisas abnegadas, y tejiendo, siempre separando la lana y tejiendo primero solo en lana y luego poco a poco los colores, las formas, los secretos guardados por las madres que a Sisa le hacían sentarse a aprender. Era la única vez que estimaban que podían enseñarle algo las mujeres. Las plantas los chamanes las conocían mejor, y si alguna vez alguien sugirió que aprendiera a cuidar a los wawas o atender una casa le dijeron que no iba a ocupar en eso a un ser inmortal.

Y ella estaba de acuerdo, al menos al comienzo.

Porque eso de tejer era muy bonito, pero no se levantaban así imperios, no se contentaban a los dioses con eso. Tejer fue duro al comienzo porque no tenía paciencia pero luego jugaba a ser más rápida, a tejer sin ver solo sintiendo el hilo en sus manos, pero aprendió más que nada cuando los colores se volvieron importantes y ella tejía los mas difíciles y más raros para ella misma.

A veces había mujeres que querían tener poder o vencer al enemigo, pero eran pocas, y a ellas les entendía. Les dejaba que se le acercaran a hablarle largo y hasta que le tocaran el pelo. Esas mujeres guerreras le decían que era culpa de los hombres a veces, otras que era la de las mujeres. Algunas por ultimo le decían que era culpa de los dioses como que le la culpasen a ella y Sisa no respondía pero les miraba con la mirada intensa que ponía cuando le dirigía ceremonias para las montañas o los lagos y declaraba que no sabían nada y se levantaba con dignidad de Diosa enojada.

Luego creció claro, y sus ideas cambiaron pero nunca del todo, aunque entendía que mentían los viejos filósofos cuando decían que la mujer era el complemento del hombre. Porque decían que era su otra mitad pero ellos no creían eso. Creían que la mujer era menos y solo servía para hacer comer a los cuyes y servirles. Claro que se necesitaban que los animales pasten y que los niños coman y las apreciaban por eso, con el tiempo apreció su sacrificio y su fuerza, pero no lo entendía y pensaba que si hubiera nacido mujer no hubiera podido hacer lo que hacían ellas. O lo hubiera hecho pero no entendía como llenaría con eso una vida.

Se lo dijo a su primo, que ella no era de esas, cuando le conquistó; el primo al que había enseñado de pequeño a rezar y a tejer y que luego le dijo que eso era de mujeres. Ella no era así, por eso fue que cuando encontró a un niño, a uno como ellos, lo cogió y lo tuvo con ella por exactamente un día hasta que un chasqui dijese a su primo que tenía algo para él. Que llamara también a la doncella más noble que tuvieran cerca, que Inti mandaba a decir que viniera. Y corriendo.

El wawa crecía con el Inca porque algo bueno tenía que tener esa conquista. Por qué no te gustan preguntaba siempre su primo y ella quería decirle que era porque el solo los iba a ver de vez en cuando, más al mayor que al que ella encontró en sus tierras y jugaba con ellos un rato. No los veía llorar, reclamar ni dejar de comer como le contaban las doncellas que les cuidaban. Podría decirle eso pero prefiere mantenerse misteriosa.

Es porque a las naciones de mi género los niños no nos gustan, primo. Recuerda que tenemos ombligo por decorar, pero no somos humanas ni nacidas de mujer y el gusto por los niños es lo que da la luna poco a poco en cada sangrado que nosotras no tenemos.
A pesar de ser un imperio su primo le cree y ella también se cree. Porque siempre lo ha pensado así, ha visto a reinos nacer y morir pero en su vida ha visto a pocas madres. Todas unas anormales como esos cuyes hembra que por veces se comen o matan a golpes a sus chiquitos. Sisa se decía que pensaban igual que ella esas mujeres: la que conquistó y la que no se dejó conquistar por igual habían entregado a los hijos sin lágrimas ni mayor resistencia al Inca como entregó Cañar sus armas y mapuche a los prisioneros que ya no le servían. Ahora los niños lloraban y nadie se conmovía en el castillo del Inca en los cuartos apartados donde esos hijos de otros pueblos no pudieran tocar a los hijos sagrados del sol.

Su primo no se conformaba, deben sufrir en silencio, decía. No sufren le aseguraba ella, los niños les eran una carga.

Estaba segura por eso al comienzo no se dio cuenta de la debilidad que tenía por el niño al que olvidaban. No los hijos de la conquistas, no el otro, el que era hermano del que inconscientemente su primo ya había nombrado heredero. Más pequeño su primo, impulsivo como siempre le dejaba en el suelo mientras abrazaba al grande, ahí comenzó lento. A veces Sisa le ponía una mano sobre el pelo y otras le alzaba como a un bulto para entregarlo enseguida si lloraba o vomitaba o se orinaba. Mas lo último, porque había aprendido que cogiéndole apretado contra ella, él a pesar de lo llorón que era y los escándalos que hacía al frente de su abuelo cuando las doncellas no le podían apretar el brazo un demasiado fuerte para que se calme. Cuando ella le cogía el jugaba con sus mantos de colores y se dormía. Pero eso fue en el trascurso de algunos años, no se dio cuenta de que quería al niño.

Se comenzó a dar cuenta cuando tuvo que volver a donde los collas y el niño, cuando ella fue a salir, estiró los brazos hacia ella esperando un cariño, esperando que lo cogiera y ya comenzando a llorar. Ahí ella se asustó y salió sin mirar atrás.

Pensó en eso y su pensamiento llamó a la niña. Sisa está segura. A la que tenia falda de conchas y ojos húmedos de tigre. Dijo cosas oficiales y cosas rápidas, cosas de Tupa que ella entendió que era el rayo y que esa niña vivía donde las montañas venían a hincarse y los ríos corrían igual de rápido que las anacondas escondidas en sus aguas. Habló mucho y con la voz infantil de un pueblo viejo solo para los hombres. Pero no la oyó Sisa, porque entre sus brazos tenía agarrado firme contra su cadera derecha a un niño que chupaba su mano y que ella casi no conseguía cargar del peso . Le parecía una falta de respeto pero no parecía tener ella ni rey ni oro ni más que el rayo cambiante así que la dejó. Solo cuando fue a decir que era un honor y un placer que los dejara quedarse ella dijo:

¿Por qué cargas a un humano?
Porque me gusta sentirlo contra mí y su mamá fue a buscar agua. Me gusta sentir que por un rato yo soy su mamá.
Se calló Sisa y como era orgullosa no volvió a hacer su teoría de la vida, solo concluyó que Keraná la perezosa de era demasiado joven, no entendía que era un imperio aún o qué era la muerte. Pero eso le revolvió la cabeza sin que se diera cuenta. Comenzó a tener un poco en estima a esa niña, la de los ríos de las culebras y la luna y el rayo. Sobre todo comenzó a pensar en que era esa necesidad que tenía de ser madre. Quizá era porque adoraba a la Luna más que al Sol. Le hubiera querido preguntar para qué ser la madre de alguien en particular si ya eres la madre y el padre y el guerrero y el demonio de tu pueblo.

Comenzó a pensarlo y recordó a las mujeres que hilaban y cuidaban hijos, y las fue a ver. Pero vio lo de siempre: rostros sin destino y pechos que se chuparían hasta extinguirlos y extinguirlas. Pero seguía pensando en eso y le molestaba tanto que volvió al palacio antes de lo previsto; el niño la esperaba aun olvidado del abuelo y solo con su hermano muy niño para quererle aún. Lo cogió en brazos cerca de ella y no sintió nada, eso le calmó porque no serían sus años y sus principios los que iban verse tambaleantes por una nena que creía que dar conchas era un regalo.

Sin embargo fue para todos una sorpresa cuando esta vez antes de irse acudió a los brazos del niño y le abrazó muy tosca casi clavándole las uñas como si fuera comérselo. De su faja sacó un manto tan fino como colorido y le envolvió. Jugando con él, el niño no la vio irse pero si le había oído murmurar algo.

“Ojalá encuentres, si eso existe, quien en las noches sea luna para guiar tus pasos.”

Aclaraciones

1) El pueblo aymara y los pueblos de la región de Tiwanaco fueron conquistados por los incas, dicen que pacíficamente hubo entre los dos grandes influencias antes y después de la conquista

2) Los tejidos coloridos son característicos de los aymaras así

3) Aymara vendría a ser la abuela de Julio, y Migue.

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